lunes, 4 de abril de 2011

Siente tu útero, reconcíliate con tu esencia‏ . Tomado de Energías femeninas




“Existe un lugar que se asemeja al Jardín del Edén, donde a partir de dos células que se multiplican explosiona la vida. Una feliz y lenta espera de seres que se gestan, que crecen, que se configuran.
Dentro de ti existe ese emplazamiento mágico, es TU ÚTERO SAGRADO”
“Y aunque después de una histerectomía no exista físicamente ya este órgano, emocionalmente tiene que sanarse, porque su esencia femenina sigue existiendo igualmente dentro de ella. La sociedad la menosprecia con la desagradable expresión de “LA HAN VACIADO”, frase que deberíamos desterrar de nuestro vocabulario para referirnos a este hecho, porque la mujer no está vacía continúa llena de vida, llena de emociones, de inquietudes y sigue estando plena, sólo que inicia una nueva etapa, en la que deberá asumir su identidad femenina poderosa creativa”
Ana Sabater

(Artículo de la escritora Ana Sabater sobre el significado pasado, presente y futuro del útero)
Danza como mujer en un mundo de hombres en busca del Santo Grial: el recipiente que contuvo la sangre de Jesucristo, ese sitio físico podría ser el vientre de su madre, la Virgen María para los cristianos, su útero sagrado, el cáliz de la vida.
Un órgano único que los hombres no poseen, el lugar donde anida la vida, la reproducción humana. Lleno de células milagrosas que tienen el don de ser lo que seremos ¿Por qué entonces se le trata y desestima con tanta frivolidad?.
Vivimos en una sociedad de tradicional poder masculino sobre lo femenino, el yang que se come al yin en una búsqueda de equilibrio no encontrada; se aplaude la virilidad masculina y lo femenino se objetualiza a través de la idealización de mujeres que nada tienen que ver con la realidad.
Miranda Gray en “Luna roja” nos habla de la mujer virgen en sus días postmenstruales, la mujer madre en su fase ovulatoria, la mujer hechicera en su ciclo premenstrual y por último la mujer bruja en plena menstruación. Una naturaleza cíclica que fija sus patrones en las fases de la luna.
Cambiante, creciente, dadora de vida y destructora, así la mujer es capaz de crearse y reinventarse a sí misma cada mes, y todo ello está ligado a su energía uterina que se prepara para la vida, que la engendra o que se desprende de lo no necesario puesto que no se ha producido la germinación.
Esta mujer en la antigüedad era la fuerza sostenedora del hogar llena de creatividad, sexualidad y vida con un útero consagrado a la supervivencia de la especie, venerado y amado, sentido y valorado. Pero pasó a ver limitadas sus expresiones intelectuales, sexuales, espirituales y creativas hasta encasillarla en su papel dentro de casa para hacer feliz a su marido y a su familia.
Y su reacción contraria fue la de desprenderse de su papel de madre como un yugo que la ataba a su limitación hogareña, así dejó de sentir su útero, y a tratar de asemejarse a la naturaleza masculina donde los ciclos no están tan marcados, la matriz de la vida perdió su fuerza y se entregó al poder masculino.
Dejó de sentir aquel órgano, se desprendió de su más íntima, propia e intrínseca esencia. Se abandonó a una industria famaceutica que canta las alabanzas de un anticonceptivo oral femenino, y que no acaba de encontrar la efectiva píldora masculina.
El útero, triángulo mágico, en el interior de cada mujer que conecta con el cielo de donde surgirán los nuevos seres que lo inundan si hay fecundación, el lugar venerado que se llena de vida. El vórtice donde irán a parar las energías que provienen de arriba para pasar a través del cuerpo de la mujer hacia la tierra a través del cuello del útero, la unión con la pachamama.
Durante demasiado tiempo este órgano ha sido desprestigiado a una labor meramente útil en la etapa reproductiva de la mujer y asociado a múltiples problemas de salud relacionados con la falta de autoestima y de poder femenino en la sociedad actual.
Cuando una mujer desgraciadamente sufre una histerectomía pierde algo más que su útero, tiene una ardua labor por delante porque tiene que reencontrarse consigo misma.
Y aunque no exista físicamente ya este órgano, emocionalmente tiene que sanarse, porque su esencia femenina sigue existiendo igualmente dentro de ella. La sociedad la menosprecia con la desagradable expresión de “la han vaciado”, frase que deberíamos desterrar de nuestro vocabulario para referirnos a este hecho, porque la mujer no está vacía continúa llena de vida, llena de emociones, de inquietudes y sigue estando plena, sólo que inicia una nueva etapa, en la que deberá asumir su identidad femenina poderosa creativa.
No le demos poder a la creencia de que una vez terminada la etapa fértil de cada mujer ese órgano ha dejado de tener su importancia dentro de nuestro cuerpo. Recuperemos la esencia del triángulo de unión cielo-tierra y devolvámosle su dignidad.
Esto lo sabemos bien las que hemos sufrido una cesárea, en demasiadas ocasiones innecesaria, tratamos de recomponer un útero que ha sido roto porque hemos derogado nuestro poder interior en manos de otra persona. Y tenemos que asumir que tenemos el poder innato y grandioso de engendrar y poder parir vaginalmente sin problemas; porque tenemos que sentir y agradecer esa oportunidad a nuestro útero sagrado.
Sentir como cada mes te unes a la luna y tienes una naturaleza cíclica, mirando hacia tu propio interior y encontrando tu verdadera esencia, no la que impone el mundo que nos rodea, y exprese a través de ella su interacción la vida exterior.
Como la matriz se prepara para engendrar la vida, como se engalana la casa ante la presencia de célebres invitados, como surge la posibilidad de la fecundación en los días en los que la mujer poderosa se enaltece embriagada de sexo, reconvirtiéndose en un alguien brusco y malhumorado cuando hay que desmontar la casa engalanada porque no hubo fertilización, y por último ser conscientes de que en el bajo vientre se amontona lo no necesario, aquello que es echado al exterior en un acto de limpieza y finalización de ciclo.
En la mayoría de los países se acalla este poder femenino que tiene que surgir, y el útero es una parte identificativa y propia que nos debe dar seguridad y confianza en nuestro sexo. Una fuerza que surge no como una manifestación que se equipara al poder masculino, sino como una identidad propia, como la mujer pilar del hogar, creativa, espiritual, sexual, sintiendo en útero y recuperando el poder que le fue arrebatado.
Danzando con la vida, abrazándose a los árboles y reconciliándose con la tierra y el cielo.
¿Por qué tan importante mi matriz divina?
Porque ahí es donde se iniciará la vida, ahí es donde se gestarán las futuras generaciones que lucharán con nosotros por un mundo mejor.

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